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18 nov 2011

Guy Roques...


Paz en el Río





Preámbulo para mis lectores



Este texto es el tercero de una trilogía que escribí en febrero en Argentina a orillas del

Río de mi vida el mágico Futaleufú.  Los dos primeros textos se titulaban : “ La Soledad del Pescador”  y “ El Viento y Yo…”

“Paz en el Río”  concluye la trilogía. Para mí es lo mismo que un tríptico en pintura, no se puede quitar una parte. Yo elijo cuando se tiene que publicar cada parte. Considero la época importante. Este último texto no podía salir en un momento en que los ríos, los nuestros por supuesto, no estén en paz.     







Por fin paró el viento. Un sol radiante parecía haber planchado el Futaleufú como si fuera una camisa de agua. Salí a pescar en un mundo de paz, de luz, de aguas transparentes que dejaban ver en su quietud los misterios de los fondos, algunas truchas que, al acercarse la  embarcación, se escabullaban como acuáticos pardales sorprendidos. Me invadía un extraño sentimiento de utilidad en el mundo como si se uniera en mí los cuatro elementos, riéndome en mis adentros de los consejos que me suelen dar, que es imprudente salir solo por aquel brazo de mar. Si tuviese este miedo no podría entrar en mi paraíso, no podría escribir más.



Este año me están pescando  la Isla Banana más que de costumbre y el resultado es que las truchas son muy selectivas, tanto en superficie como abajo con ninfas o ahogadas. Hoy es un día de “seca”. Me acuerdo del año pasado y pongo un pequeño “espent” que convence a dos o tres peces de ridículo tamaño pero los grandes descubren el engaño, ascienden y se paran mirando la mosca con desagrado en su incierta deriva. Decido cambiar de sitio. A poco trecho río abajo hay una recta que tiene la margen derecha vadeable con el nivel actual de agua. No la pesca casi nadie. Los pescadores  suelen bajar por la otra orilla lanzando desde el bote. Para mí la pesca de vadeo es mucho más técnica e interesante. Empiezo a mosca ahogada con la línea adecuada esto es, flotante con una punta “sinking” de  tres metros. Una “pallareta” en punta y una “falangista” a unos 60 cm. En el segundo lance siento un tirón violento, el pez me saca carrete hasta el “backing”, brinca y me rompe. La punta en 0,14 no aguantó la inercia de la línea. ¡Empezamos bien!



Mientras estoy montando otras moscas veo una cebada cerca y otra más abajo. No puedo perder esta oportunidad de pescar a “seca”. Hace ocho días que espero una eclosión pescando a estrímer con desgana. Lo cambio todo y ato un pequeño tricóptero. Nada. Veo más cebadas pero en esta larga corriente bastante movida no consigo identificar ningún mosquito. Cambio varias veces sin resultado.


 Para ver mejor el artificial opto por una mosca que me dio buenos resultados en Asturias, anzuelo Tiemco 100 del 18, cercos cortos, cuerpo pavo real, collarín rojo con un penacho de fibras blancas....Una fiesta....las truchas comen francamente. Muchas sacan el lomo antes de tragar. Creo que se confunden con una hormiga. Me acuerdo un momento del Viento enemigo, del invierno en Europa, de algunos problemas más, de estos problemas que tienen los que no pasan hambre, y enseguida me olvido de todo consciente de que lo que estoy viviendo es único e irrepetible.



Al volver al puerto, alegre y satisfecho, relajado con la cabeza llena de capturas, pienso también en el nuevo peligro que amenaza el río de mi vida, un río mágico que supo triunfar del desastre del volcán con su nube de ceniza y regenerarse en 3 años pero que ahora sufre en su parte chilena la invasión de Didymo el alga mortífera que mi amigo Aladino el indio, el que inmortalicé en mis escritos aunque no le importa un “chimango”, llama “la baba de la piedra” echando la culpa a la ceniza volcánica que le sirvió de abono y a las botas de vadeo con fieltro, totalmente inútiles en esta  zona alta del Futaleufú.

 

ALASKA 2011



En mi segundo libro (Mosquero Andante, Tutor 2001) dedico un capítulo a mi primer viaje a Alaska en 1993 comentando vivencias y capturas que me dejaron, a pesar de la belleza del entorno y del encanto del viaje, un mal sabor de boca porque la mayoría de los salmones que pescábamos entonces venían robados :

....“Por eso se ven, de vez en cuando, salmones que navegan arrastrando hilos de colores y semejan, pobres desgraciados, acuáticos toros con banderillas. Me coloqué en la cola de una rasera con un escalón ancho, donde paraban sockeyes y algunos Kings antes de seguir subiendo. Me cansé de engancharlos de cualquier manera.” (Mosquero Andante p:157)

            Por estas razones y algunas más no pensaba repetir el viaje pero cuando uno de mis amigos de Valladolid me invitó a acompañarle durante una semana  a finales de  este mes de julio 2011 mi espíritu de viajero impenitente se puso en marcha como un viejo reloj cuya cuerda está sin gastar todavía. Lo interesante del proyecto era que íbamos a pescar una zona que desconocía, al norte de Anchorage, alrededor de la ciudad de Talkeetna. Otra motivación profunda era probar la caña de dos manos que considero ideal para el salmón después de usar todos los modelos que cayeron entre mis manos, es una caña de 12 pies en cuatro tramos, montada especialmente para mí por uno de los mejores especialista españoles, mi amigo Roberto Coll de Valencia.

            Finalmente facturamos en Bilbao con destino a  Anchorage vía Frankfurt. El vuelo por el polo norte es más corto que el que transita por los Estados Unidos pero el cambio de horario es igual, 10 horas que se tragan bastante bien a la ida pero muy indigestas a la vuelta. Lo que en un principio no tenía bien claro era el número de participantes. Cuando organizo un viaje por mi cuenta me parece bien limitarse a 4 pescadores, 2 por coche. Pero en un viaje así organizado por una empresa nos encontramos 15 pescadores a repartir cada día por los ríos. Es demasiado a mi entender pero por suerte no hubo ningún problema entre nosotros.

Por regla general, caminando  o bajando en embarcación pescamos los tributarios del Sustina River que estaba sucio por el deshielo pero los afluentes eran de aguas limpias y bastante bajas. En la desembocadura del Wilow Creek había demasiada gente para mi gusto. De todos los sitios prospectados, mi preferencia fue para la desembocadura del Montana en el Sustina. El acceso se hace a través de un bosque. Me dieron un repelente para los osos pero lo perdí. Cuando vi la primera cagada me sentí un poco raro. Coincidimos con el remonte de los jorobados Pink y de los dientudos Chum muy agresivos y que entran en su gran mayoría a la mosca por la boca siendo el robo un accidente. Tienen una hermosa librea de rayas anchas, dientes que a veces cortan el hilo y sobre todo pelean como demonios con un  peso medio de 4 kilos. Los hay de 7 kilos y más. Estos salmones nos obsequiaron con grandes momentos de emoción. Tenían sus días para las moscas pero por regla general funcionaban mejor las pequeñas como para el salmón atlántico.

            Hubo momentos de tirar y sacar. Quise hacer una serie de experiencias para no sentirme atado a la codicia de la pesca. Es mi temperamento, cuando me harto de algo me canso enseguida. Me pasa lo mismo con las cosas y con ciertas personas. Hay hermosas excepciones. Tenía unas moscas azules con plumas de arrendajo que utilizo también en reservorio y por esa razón venían sin muerte. El resultado fue que todos los salmones que clavé se me soltaron en la pelea. En cuanto a los hilos probé primero un 0,25. Tuve varias roturas. El nailon que mejor aguantó fue un 0,33 encontrado de pura suerte en el río. Probé un nuevo montaje de hijuela en el que el ramal  se queda a 90º. Le até una mosca ligera. La segunda mosca venía en punta a unos 80 cm. Complicando el tema corté el hilo entre las 2 moscas para probar un nuevo nudo mío (tipo Duncan) que funciona muy bien, es superior al clásico “barril” y es fuerte aunque sus mejores resultados los da en gruesos diámetros, los de la primera parte de un bajo de línea por ejemplo. Como siempre no tenía las colas de rata adecuadas porque no soy de los que viajan con una maleta llena de carretes. Las Teeny 200 y 350 que tanto me hicieron falta en Canadá no salieron de su estuche. Pesqué casi siempre  con una sinking # 7 de hundimiento 3, convencido de que la mejor opción hubiese sido una intermedia del mismo tamaño, o mi especial línea para ahogadas pero las dos quedaron  en casa. Para tan poco tiempo  no me quise cargar.

            En esa semana pescamos gran cantidad de salmones Chum y algunos Silver. Muy pocos se fueron al ahumadero. Los compañeros que más pescaron fueron los que alternaron la mosca con la cucharilla y supieron insistir en ciertos sitios. Siempre pasa lo mismo en los remontes, hay zonas donde los salmones suelen parar algún tiempo antes de proseguir su misteriosos y casi invisible caminar hacia su destino. Pensándolo bien, a los humanos, aunque es de otra forma, nos pasa lo mismo !!! 

                                                                                                                        -- gR – Verano 2011

1 comentario:

Fly Ness dijo...

"Paz en el río" me ha emocionado, por que me ha transportado a través de tu relato a ese, ahora lejano, Futaleufú y su cautivante entorno.
Es posible quien no lo conozca no alcance a comprender en verdadera su magnitud y profundidad todo lo que transmite ese río de la paz.

Saludos
http://fly-ness.blogspot.com/