EN TODA España son numerosas las personas que están contra la fiesta de los toros, que la consideran cruel, que alzan su voz en defensa de los animales, que no entienden por qué en la cultísima Francia, en México, en Colombia, en Venezuela, en Perú, en Ecuador, se mantiene un espectáculo que exhibe dosis no pequeñas de sangre y violencia.
En toda España también son numerosas las personas que defienden la fiesta de los toros como muestra cultural del pueblo y que la consideran un espectáculo de arte y valor. Escultura viva, la estampa del torero lidiando al animal bravo es, en muchos aspectos, insuperable. Desde Goya a Picasso, desde el surrealismo de Dalí al abstracto de Gómez Pablos o al fulgor de Miquel Barceló, la historia de la pintura contemporánea se quedaría tuerta sin la fiesta de los toros. Una parte considerable de los escultores españoles y mexicanos, encabezados por Benlliure, se recrearon en la belleza del toro de lidia dominado por el hombre con un leve trapo. En la novela y en el teatro, la fiesta de los toros ocupa un lugar destacado. También en la ópera, desde Georges Bizet a Rafael Alberti, con aquel Resplandores, que fue toro de estrellas en el llanto sin fin de la Gallarda. En poesía, se podría hacer una ávida antología española e iberoamericana, encabezada por el más grande poema surrealista de todos los tiempos, la elegía que Federico García Lorca dedicó estremecido a la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, corneado por un toro, la sangre abierta sobre la arena, que no hay cáliz que la contenga, que no hay golondrinas que se la beban, no hay escarcha de luz que la enfríe, no hay canto ni diluvio de azucenas, no hay cristal que la cubra de plata. Y, sobre todas estas expresiones culturales, que nadie puede discutir, José Ortega y Gasset. La primera inteligencia española del siglo XX dejó escritas páginas intocables a favor de la fiesta taurina y un libro en agraz, Paquiro o de los toros.
En Cataluña, como en el resto de España, hay detractores y partidarios de los toros. Y gente indiferente. La propuesta de ERC para prohibir las corridas en aquella región española no deriva de una razo-nada posición en defensa de los animales. Se trata de una maniobra política pura y dura. EL MUNDO ha denunciado con claridad la tórpida actitud de ERC: «No son los toros, es la escalada del antiespañolismo». Se trata de suprimir en Cataluña una fiesta que en todo el mundo forma parte de la identidad de España.
Si Carod Rovira tanto ama a los animales ¿por qué no se desprende de su corona de espinas y anuncia que luchará hasta la extenuación para prohibir la pesca deportiva, contra la que ciertamente yo no tengo nada? En la pesca deportiva no hay arte ni cultura ni puestos de trabajo ni identidad nacional. Es el puro recreo del pescador que para atrapar a un lucio, por ejemplo, utiliza un anzuelo triple, potera bien sujeta por la empatadura, mosca de cabeza metálica, seda de color oliva, pata riñonada de pardo aconchado y brinca de tinsel fino. Prendido del anzuelo de acero, bárbaramente herido por tres sitios a la vez, el pez sufre la angustia de la muerte durante media hora, de tira y afloja, de atroz forcejeo.
Si Carod Rovira emprende una campaña para prohibir la pesca deportiva, y sólo después de hacerlo, podríamos empezar a hablar de esa fiesta profundamente cultural que es la corrida de toros, respaldada por una parte sustancial de la intelectualidad de los últimos siglos desde Francisco de Goya a Mario Vargas Llosa, desde Pérez de Ayala a Albert Boadella, desde Pablo Picasso a la cumbre de la inteligencia española, José Ortega y Gasset. Una fiesta, por cierto, que mantiene un impresionante respaldo popular, también en Cataluña, por mucho que eso le fastidie con j a Carod Rovira, el de los incesantes viajes, gratis total.
Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.
Con todos mis respetos a D. Luís María Ansón.
Desconozco si D. Luís María Ansón tendrá oportunidad de leer mis humildes líneas en respuesta a sus ideas en torno a la comparación entre la fiesta nacional y la pesca deportiva. Desde luego me gustaría que de alguna forma pudieran llegarle mis reflexiones, repito humildes, pero tan respetables como las suyas aunque partan de una persona mucho menos conocida y, quizás por ello, tenida en cuenta.
Coincido plenamente en sus apreciaciones sobre los toros y su reconocida y bien ganada parte de la cultura de un pueblo, en este caso el español, amén de otros que usted nombra. Nadie podrá poner en duda sus detalladas referencias en sus citas a escultores, pintores y escritores, que supieron plasmar en sus diferentes obras la estampa del toro vencido por el hombre con un simple trapo. Tampoco discrepo, y por tanto coincido, en sus ideas sobre las posibles causas de la prohibición de los toros en Cataluña en cuanto a que sean debidas a lo que usted llama “escalada del antiespañolismo”. Ahora bien, su comparación con la pesca deportiva no puedo dejarla pasar por alto siendo como soy, defensor de la fiesta nacional y además “pescador”, identificándome plenamente con las palabras iniciales de la novela de Norman Maclean “El río de la vida”: “En mi familia no había una frontera clara entre la religión y la pesca con mosca…”, llevada luego al cine por Robert Redford en la película del mismo nombre.
Si sus muestras de conocimiento sobre la fiesta nacional no son para nada discutibles, las que demuestra tener sobre pesca deportiva son poco, o nada, creíbles, al menos para aquellos que llevamos años no solo practicándola, si no teniéndola como una parte inseparable de su persona como es mi caso. Mezcla usted al referirse a la pesca la cita del lucio, por ejemplo, con la potera, la mosca de cabeza metálica, la seda, la riñonada de pardo aconchado y la brinca de tinsel fino. Términos todos ellos conocidos por los pescadores aunque ninguno de ellos imaginemos un lucio prendido de un anzuelo triple con los elementos citados. Su comparación, por ejemplo, es comparable a la que pueda hacer yo, -y no la hago-, si nombrase y metiese en el mismo saco el noble arte de Cúchares referido a sus tres partes o “tercios”, con otras manifestaciones en las que el toro, aun siendo también protagonista, es tratado con formas menos artísticas o plásticas y quizás incluso más humillantes, aunque no por ello menos fuera de la cultura de nuestro país.
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el término cultura tiene, entre otras, las siguientes definiciones: a) Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc. b) Conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo. Hablando ya de pesca, y por supuesto de cultura, le cito algunas referencias que dejo para que reflexione sobre si la pesca, -pese a poder tener para algunos connotaciones crueles-, tiene o no un valor cultural. Las primeras citas sobre pesca aparecen en textos orientales unos 2.000 años A.C, referidas a la pesca a mosca. Doscientos años antes de Cristo, en un pasaje de “Natura Animalium”, AElien narra la curiosa forma de pescar de los pobladores de las orillas del río Astraeus en Macedonia. Los peregrinos del Camino de Santiago trasladaron, no solamente el saber del arte y la literatura, también llevaron los conocimientos que sobre pesca iban conociendo y adquiriendo a su paso por determinadas localidades, trasladando al mundo anglosajón los conocimientos de la pesca con mosca que ya se practicaba en los ríos de León por aquel entonces, haciéndolos suyos como tienen por costumbre y llevándolos posteriormente a sus colonias, entre las que se encontraban los actuales Estados Unidos. Emilio Fernández Román, en su libro “Los orígenes de la pesca con mosca y el Camino de Santiago”, hace un estudio minucioso de este fenómeno. Por continuar con la obra escrita cito algunos libros clásicos, como “El perfecto pescador de caña”, de Isaac Walton; o “El viejo y el mar” escrito por Ernest Hemingway en 1951, y también llevada a la pantalla grande en 1958. Hemingway recibió el Premio Pulitzer y el Nobel de Literatura gracias, entre otras, a esta novela. Por continuar con la literatura en inglés, Thomas Barker (1651), Ch. Bowlker (1747), Aldam (1876), Skues (1900), o los más actuales Whieldon, Doug Swisher, Carl Richards o Gary Borges. En lengua francesa podría citar a Louis Liger (1709), Duhamel du Monceau (1769), L. de Boisset (1939), Louis Carrère o el más actual y por ello conocido Guy Roques. Ya en castellano sobran todo tipo de comentarios a “Mis amigas las truchas”, de Miguel Delibes, miembro de la Real Academia de la Lengua desde 1975, y cuyos galardones literarios serían largos de nombrar. Mucho antes, en 1624, Juan de Bergara escribe el “Manuscrito de Astorga”, obra cumbre en castellano en la que “En nombre de Dios y de Nuestra Señora” el autor explica “como aderezar y adobar plumas para pescar truchas en algunos meses del año”. En pintura mi paisano, el valenciano universal, Joaquín Sorolla recreó los paisajes marinos en escenas referidas a la pesca, -que si bien no era deportiva tampoco estaba libre de crueldad y por ello no veo motivo en incluirla-, “La vuelta de la pesca”, “Aun dicen que el pescado es caro”. En el ámbito español el arte de los gallegos Seijas, Muiños, Touceda, Gayoso o del desaparecido Jaime Taboada, elevan el montaje de moscas y señuelos al más alto rango dentro del arte piscatorio. Es precisamente en Galicia donde la pesca del reo cobra especialidad con el “risco”, difundido por otro grande de la pluma y los medios, Miguel Piñeiro. En León la cultura de la pesca toca fondo con la cría de sus famosos gallos de León, con cuyas plumas,-indias y pardas-, se confeccionan las moscas ahogadas más universales. En Valencia la pesca tiene nombre propio, esta vez en el mar, con el “carro valenciano”, que de haber nacido en Inglaterra hubiese sido dado a conocer en todo el mundo”…, cosas de la cultura. Podría extenderme más, pero comprenderá que si “lo bueno y breve es dos veces bueno”, con esto hay de sobra y además no agoto al lector profano.
Estimado Sr. Ansón, comparto con usted afición taurina y amor por España, pero no desnude a un santo para vestir a otro. Podía haber utilizado otra comparación para defender una idea que merece todos mis respetos, por ejemplo la matanza indiscriminada de animales para fabricación de abrigos o cosas similares, en donde no hay cultura y sobra crueldad, pero posiblemente otros colectivos más dados al uso de los poderes mediáticos se le hubiesen echado encima con mucha más contundencia y agresividad que la empleada por mi. Al fin y al cabo, la pesca deportiva tiene la virtud de generar lo que hoy conocemos como “aprovechamiento sostenible” al devolver las captura con vida a su medio natural, pero eso es otro cantar.
Reciba mi más cordial saludo.
Roberto Coll Alcalde es educador, pescador y a veces escritor.
1 comentario:
Amigo Roberto:
Mis palabras pueden ser simples y sencillas, pero mi opinión sobre lo escrito por Luis María Ansón, coincide plenamente con tu contestación, aunque yo nunca habría podido expresarme de esa manera.
Desde luego, mereces de su atención, pero es posible que siendo persona tan importante no responda a tu solicitud y si lo hiciere sería para pedirnos perdón por la comparación hecha con tanto desconocimiento de lo que es en realidad la pesca deportiva y lo arraigada que está en la cultura, de éste y de muchos países del mundo.
¿Porqué este señor tan importante ha tenido la osadía de desprestigiarla desde su total desconocimiento?
Es muy posible que te hayas quedado corto en tus apreciaciones sobre nuestra afición, pero para muestra sirve un solo botón y, en este caso es muy grande.
Un abrazo.
Paco
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